La carrera deportiva es una de las chocherías paternas que más me cargan. Mi papá, el pobre, no ha podido conseguir el sueño de tener un Matador, un Rozental de antaño o un mago. Ni mi mamá se ha podido hacer conocida gracias a sus cazuelas o a sus comerciales para Líder. Y yo sé que les hubiera encantado. A los dos. Ni yo ni mis hermanos nos hemos destacado en el deporte. Mi hermana mayor ha conseguido logros significativos los últimos años en aeróbica. Disciplina que a algunos ya les he explicado no es tan sencilla como parece, hay una serie de reglamentaciones cuáticas que no voy a explicar en detalle, pero que que son complicadas, así como los efectos de la música y un montón de etc. Como iba diciendo, mi hermano tampoco se desarrolló al alero de ninguna pelota. Por más que mi papá lo intentó cuando era chico y lo llevaba a la cancha a jugar fútbol. El Aaroncito era nuestro bono, pero su carrera es tan errática como la de Pinilla. Y la Vale, ha probado también de todo pero sin éxito.
Luego estoy yo... en verdad el deporte jamás ha sido lo mío, que no soy buena ni para el taca- taca. Recuerdo cuando pequeña que me gustaba la gimnasia... de eso no queda más que mi habilidad para hacer la rueda (igual me quiebro con que todavía ahora, a mi avanzada edad, puedo hacerla sin problemas). Y sería. Una vez, antes, mucho antes de que saliera High School Musical, me gustaba caleta el basquetbol, no puedo dejar de decir que mi mamá era seleccionada de su colegio en este deporte, dato aparte, pero claramente no saqué la pericia y mucho menos la altura digna de una jugadora de basquet. Más encima cuando había entrado al taller del colegio, a mi mamá se le ocurrió ponerme en catequesis, y tuve que optar... claramente Dios era más fuerte (revisar entrada "Cuestión de fe"). Así que murió el basquetbol.
En el colegio tampoco fui de las buenas para el voleyball, naciones, paletas (nadie quería ser mi pareja en paletas), gimansia rítmica y toda clases de juegos que le incluyeran pelotas. Lo mío iba por el lado del acondicionamiento físico, podía trotar muuuuuuuuuuuuucho rato, hacer elongaciones y abdominales.
Pero cuando salí del colegio mi único ejercicio era correr para tomar la micro y hacer flexiones de brazos cuando me afirmaba en la pisadera... por lo mismo empecé a perder mis pocas capacidades físicas. Y quedé atrofiada como siberiano enjaulado.
Hace unas semanas atrás con mi amiga Tanuka decidimos prepararnos para la maratón de noviembre, ahora es cierto, como dice mi hermano Pipe, que es una maratón ultra chanta, porque una de las categorías es de 8 kilómetros, pero filo, algo es algo.
Claramente la desidia nos llevó a postergar las juntas matinales deportivas eternamente, hasta que llegó nuestro personal trining Marcelo "Bovallet". Y fue con él que empezamos a ir a clases de acondicionamiento físico. Han ocurrido varias cosas memorables como mi ojo morado (recordar entrada "Y así con el completo vecina"). Pero para mí fue el reencuentro con los balones...
Como en el curso son más niños que niñas les dió por jugar fútbol, cosa que a mí me gusta, pero en la que en verdad soy un cero a la izquierda (bien a la izquierda). Así que los goles de las niñas valen por dos. En el primer partido, mi entrenador, Marcelo, me enseñaba como se pedía la pelota a un compañero de equipo, lo que a mí me daba un poco de verguenza, porque me hacía levantar la mano como miss que saluda a sus fans. Mis compañeros de todas maneras empezaron a cachar que yo era de SU equipo y estratégicamente me ubiqué cerca del sector arco (contrario, para los mal pensados que creen que no sé nada de futbol) una especie de "delantera" bien entre comillas.
En una clases ya se acercaba la hora de que me fuera, justo tenía una clase 10 minutos después, cuando un compañerito de equipo, grita: "tenemos uno menos". Yo le dije: "no, espera, aún no puedo irme", y pensé para mí, desafiante, "aún no he convertido un gol"... algo que hay que aclarar es que nunca he metido un gol en mi vida, y no sé qué fue lo que me hizo pensar que justo en ese momento iba a ocurrir, pero filo, había emoción en el ambiente y les juro que me sentía como en la final de un mundial.
Íbamos en empate a dos, la hora final ya se acercaba, como siempre ocurre cuando el tiempo avanza (este relato es un poco como los capítulos de los supercampeones que dice poco en harto rato), cuando en mi ubicación estratégica recibo un pase, me encuentro sola frente al arco y............... GOOOOOOOOOOOOOOOOOL. Mis compañeritos se fueron a chocar sus manos contra las mías, una especie de "dame esos 5", pero eran las dos manos, así que era "dame 10". Fue lindo recibir el apoyo de la hinchada, aclaro que al hinchada era mi propio equipo, porque jugamos sin público, estaba emocionadísima. Y me fuí ese día triunfante luego de haberle dado el gol ganador a mi equipo... más encima quedamos 2 tantos arriba, como el mío era doble...
No ha ocurrido de nuevo ese milagro de que toque la pelota y se meta dentro del arco, que fue en realidad como ocurrió el gol... por el momento me he dedicado a jugar como el Mati en el Villareal, siendo más la que da pases que la que convierte. Pero el partido aún no ha terminado...
Dedicado: a mi equipo que me apoyó tan tiernamente, en verdad ahora que lo pienso soy como una especie de mascota, porque más encima cuando recibo la pelota grito...
Dedicado II: se repite el plato mi personal training Marcelo y mi amiga Tanuki.
Dedicado III: al local de complltos donde pasamos a recuperar fuerzas después del deporte.
Pd: olvidé decir en la entrega anterior que como "perdí" mis cosas estoy haciendo una campaña que se llama "Por una mochila estrellita", cualquier donación será importante, lápices de colores, libretas, pañuelos, una copia de mis llaves, llaveros, avena instantánea (me robaron hasta eso!), títeres de dedo, etc, etc, etc...